La presente investigación, fruto de la colaboración entre científicos de las universidades estadounidenses de Emory y Texas, ha puesto sobre la mesa la incidencia de los factores ambientales en el desarrollo de la enfermedad. Los autores sometieron a análisis a 86 pacientes con Alzheimer y 79 personas sanas, y encontraron que los primeros tenían niveles significativamente más altos de DDE (el metabolito de larga duración del pesticida DDT) en su sangre que las personas sanas. De hecho la cantidad de esta sustancia presente en el organismo de los enfermos en ocasiones llegaba a cuadriplicar la de los sujetos del grupo de control.
El DDT fue utilizado de forma masiva como insecticida durante la década de 1940 en todo el mundo. A principios de este siglo, sin embargo, la Organización Mundial de la Salud (OMS) lo calificó de sustancia moderadamente peligrosa y prohibió su empleo para proteger los cultivos. Sin embargo algunos países africanos continúan empleándolo por su probada eficacia en el control de plagas de mosquitos transmisores de malaria.
Según los investigadores, la medición de los niveles de DDE en el suero sanguíneo podría afianzarse como medida clínica para identificar de forma anticipada a las personas con riesgo potencial de padecer esta enfermedad.
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