En los felices días del verano, una cigarra alegre aprovechaba el calor cantando y bailando, mientras la sufrida hormiga no descansaba, en la búsqueda de comida que llevar a su casa.
La cigarra se burlaba de la hormiga y le decía:
– ¿No es más bonito gozar de la vida con bellas canciones,
como yo hago, que trabajar todo el día como haces tú?
La cigarra y la hormiga.
Hedonismo y felicidad. Más que dos conceptos diferentes, son dos actitudes ante la vida diferentes.
Hedonismo
El hedonismo toma como bien supremo el placer, y enfoca su vida en la búsqueda de este y la huida del dolor. Se trata de una percepción utilitarista de la vida: Mi felicidad será el resultado de la suma de momentos placenteros menos los momentos dolorosos.
Sin embargo…
La felicidad, en términos plenos, es otra cosa. No busca el placer máximo a cada instante y a cualquier coste, y tampoco evita el dolor por norma, sino que lo acepta como parte del camino. El camino… He aquí la clave.
La felicidad como camino: El establecimiento del proyecto
Lo que diferencia a la auténtica felicidad del placer es la creación de un proyecto que guíe nuestra conducta por encima de lo que resulte placentero o no placentero.
Alguien malinterpretó a Esopo y pensó que la hormiga solo podía ser feliz en invierno y la cigarra las otras tres estaciones. “Tres mejor que uno”, dirían los hedonistas antes de consumirse. La hormiga creía en lo que hacía, la cigarra se dejaba llevar; una elegía, otra sucumbía; una tenía principios, la otra cayó al final.
Si no somos capaces de dirigir la acción a un fin nos veremos caminando en círculos eternamente.
Para la felicidad es vital la elección de un proyecto. Todo proyecto exige compromiso, fidelidad y esfuerzo. Se trata de una promesa hecha a uno mismo y a nadie más.
“No deshagas mañana lo que vayas a hacer hoy.”
Compromiso-deber-felicidad
Es en la elección libre de los límites adecuados donde reside la felicidad.
Decía José Antonio Marina que “el deber es indispensable para la felicidad”[1].
No me cabe duda alguna de que lo que nos hace libres es “ponernos deberes” (disciplina) y elegir nuestro proyecto. Y es que la auténtica libertad no es la ausencia de límites, sino cuando los límites te los pones tú. Ahora bien, la libertad no es sinónimo de felicidad. La felicidad necesita de límites, los cuales no solo deben partir de uno mismo sino que además deben ser bien escogidos, adecuados[2].
Conclusión
1) Elige tu proyecto.
2) Encárgate de que sea un proyecto bueno y honrado.
3) Comprométete con él, orienta tus acciones hacia él, evita las que te alejen y no actúes sin sentido.
No te dejes embaucar por el falso placer. La contable diferencia entre el hedonismo y la felicidad verdadera está en que, en el primer caso, el resultado es igual a la mera suma de sumandos; y, en el segundo, el resultado es bastante superior aunque los sumandos puedan aparentar ser más bajos. Es por esto que si elegimos la felicidad, si vivimos en los proyectos, el dolor, los fracasos o los contratiempos no solo serán soportables sino que no nos restarán.
[1] Es necesario asumir que a pesar de las connotaciones negativas que se han dado a la palabra deber, existen deberes positivos y negativos. Por ejemplo, deberes positivos para alcanzar la felicidad serían librarse de la ignorancia, el miedo, la dependencia, la furia, etc.
[2] ¿Cómo saber qué es lo adecuado?
A esta capacidad de discernir con buen juicio y sensatez entre lo que es bueno o malo (para bien seguirlo o bien evadirlo) los clásicos lo llamaron prudencia. No es de extrañar que la consideraran la madre de las virtudes cardinales, sin la cual no podían darse las otras tres (justicia, fortaleza y templanza) pues es el camino que nos abre las puertas de la felicidad. La realización del bien exige el conocimiento de la verdad.
Solo desde el conocimiento y la deliberación podremos actuar conforme a normas superiores a nuestros impulsos, identificar nuestro proyecto y detectar los límites, superando así el atractivo señuelo del hedonismo para adentrarnos en la grandeza de la búsqueda de la felicidad.