martes, 23 de diciembre de 2014

No Estás Sola: Descubre Por Qué A Las Mujeres Les Van Los Malotes

Siempre llega, la sequía está esperándote a la vuelta de la esquina como agua de mayo cuando alcanzas los veintitantos (en el mejor de los casos). Te lamentarás, cuestionarás tu físico, tu forma de ser, tu estilo de vida, pero la única verdad es que tú no pillas porque no quieres (o algo así).

Sí, chica, tú al igual que yo repites eso de “es imposible, no encuentro a nadie que merezca la pena”. Pero dentro de ti sabes perfectamente que sufres el mismo problema que el resto: te gusta lo difícil, la gente rara, esos seres que te ponen las cosas complicadas y jamás te devuelven la llamada. Pero, ¿por qué? Es la maldición milenial por excelencia, querer a los que no te quieren, buscar el camino más oscuro y elegir la montaña rusa como modo de vida. Somos idiotas. Pero no te preocupes, es algo compartido, no eres tú, somos todas (bueno, Tamara Falcó no).

El lado oscuro atrae, grita tu nombre vayas a donde vayas, y por eso no puedes evitar caer rendida a su asqueroso narcisismo, a su interminable lista de puntos peligrosos. Es la carretera perdida hacia ninguna parte en la que el malo de la película siempre será tu preferido. Son repelentes pero irresistibles (hasta que otro Dexter os separe).

Aquí la cuestión es reflexionar por qué somos tan estúpidos como para menospreciar a aquellas personas que se portan bien con nosotros, que intentan hacernos felices y son fáciles. Nos decantamos por la odisea de un Pete Doherty que consiga hacernos perder el control de aboslutamente todo. No lo digo yo, lo dice Gregory Louis Carter desde la Universidad de Durham. Es una cuestíón de selección, de supervivencia, donde los más fuertes son los más turbios. Nada de buenas intenciones, ni de paseos amigables, ahora lo que toca es encontrar el subidón de tu vida.

No queremos cargar con la culpa de no ser capaces de querer a alguien, buscamos la fantasía de luchar por algo casi incalcanzable porque sabemos que en el fondo no queremos enamorarnos, sino explotarnos. Somos los nuevos suicidas del amor y eso nos hace peligrosos, pero el riesgo es el arma de la victoria más reconfortante, así que supongo que eso es precisamente lo que deseamos. Se trata de ganar, de sentir, lo que sea, pero sentir. Nos aferramos a la idea de vivir una aventura llena de acción y perdemos la noción de la realidad con el objetivo de bailar encima de una cuerda. Queremos ser esas personas que logren hacer volar a esa persona y revivir todo lo que siempre has soñado en tus películas.

La realidad es que nada es como sucede en tu cabeza, y que por muchos efectos especiales que pongamos, hay algo que no se puede cambiar jamás: los sentimientos. Y ahí vuelves a entrar en juego tú otra vez, porque el verdadero reto no es conquistar a esa persona, sino seguir manteniendo vivo eso que tienes ahí dentro, esa mentira que algún día cederá para gritar: “no busco compromiso, quiero estar sola”.

Las relaciones son demasiada responsabilidad y sabes que tienes demasiada energía ahí dentro. Quizás te dé tanta pereza asumirlo que prefieras escribir guiones absurdos mientras no sepas quién eres (mientras te lamentas por todo). Lo fácil es fingir que todo es difícil.

Sigue jugando.

La Realidad Sobre Las Emociones Humanas: Existen Tres Tipos De Amor

¿Se puede querer a dos personas a la vez? ¿Por qué nos enamoramos de las personas equivocadas? ¿Qué es el amor? Si alguna vez te has planteado alguna de estas preguntas, enhorabuena, has dado con el vídeo correcto. Dale al play y disfruta.

El Destino No Existe; Si Quieres Lo Que Nunca Has Tenido, Haz Lo Que Nunca Hayas Hecho

El verdadero pecado original no fue probar del fruto prohibido, sino echarle la culpa a otro, algo que hacemos con bastante frecuencia. Tal es la obsesión de la humanidad por escurrir el bulto, que se inventó algo llamado “destino”: un chivo expiatorio al que poder responsabilizar de sus fracasos. Pero el destino no existe.

A las personas nos mueve el deseo; por eso resulta frustrante que se nos escapen nuestras ambiciones. Parece que el mundo entero nos golpea, que los hados conspiran y que acecha la mala suerte. Es entonces cuando aflora la clásica pregunta: “¿por qué a mí?”.

Como en Código Nuevo somos muy griegos, te responderemos con otra pregunta: ¿qué has hecho para conseguir lo que deseas?

Al ser humano se le da mejor buscar culpables que aceptar las causas. El culpable es el tan manido “destino”; las causas son nuestros propios actos. O, mejor dicho, nuestras omisiones.

“La suerte es de quien la busca”

Hermoso refrán, ¿verdad? Por muy fortuitas que puedan ser las circunstancias, lo que nos suceda o deje de suceder depende de lo que hagamos o dejemos de hacer. ¿Cómo encontrarás al amor de tu vida sin salir a conocer gente? ¿O cómo hallarás el trabajo de tus sueños sin echar currículums por doquier?

Una vez más, podemos aprender mucho de la filosofía oriental. ¿Conocéis el concepto de karma? La idea daría para un artículo en sí mismo pero, a grandes rasgos, implica que todo lo que hacemos en la vida tiene su repercusión en el futuro. Es una especie de ley de acción y reacción cósmica, que castiga las malas artes y recompensa las buenas acciones.

Esta doctrina ha influido notablemente en la religión y el pensamiento de India, China y Japón, y forma parte importante del carácter de sus habitantes. Estas personas creen en el destino pero no como una fuerza ajena y preconcebida, sino como el equilibrio que se alcanza con las propias acciones.

¿Cuál es la conclusión de todo esto? Pues que deberíamos quejarnos menos y actuar más. Es probable que tu vida te parezca sosa y aburrida, ¿pero no será porque tú mismo te comportas de un modo monótono? La respuesta a tu pregunta, a ese “¿por qué a mí?”, es muy sencilla: porque no has querido cambiar.

Si deseas cambiar tu suerte, sal a buscarla. Si deseas cambiar tu destino, enfréntate a él. Si deseas lo que nunca has tenido, haz lo que nunca hayas hecho.

Las Palabras No Son Nada Si No Van Acompañadas De Actos

Propósitos, promesas, juramentos, etc. Cada día, cada semana, cada mes y cada año nos hacemos decenas y decenas de estos. En ocasiones a nosotros mismos: “Voy a dejar de fumar”, “este año me apuntaré al gimnasio”, “voy a conseguir un trabajo mejor”, “voy a dejar de guardarme las cosas para mí”, “intentaré demostrar más mis sentimientos”… Otras veces, nuestras promesas implican a otras personas: “Prometo llamarte más a menudo”, “intentaré ir más a verte”, “a partir de mañana fregaré siempre mis platos”, “prometo amarte y respetarte hasta que la muerte nos separe”…  Miles de pensamientos y palabras dichas que tan pronto como salen de nuestros labios se van, para no convertirse jamás en actos.

Cambiar siempre es duro. Da pereza, cuesta tiempo y también esfuerzo. Tanto, que muchas veces nos echamos para atrás, nos arrepentimos y olvidamos todas esas cosas que dijimos que haríamos. A veces simplemente lo posponemos. “No lo hago hoy, ya si eso mañana. Total, no estoy tan mal”. Otras veces, simplemente no tenemos la fuerza de voluntad suficiente, o creemos que no la tenemos, y la mayoría de ellas, olvidamos lo que una vez prometimos, o las metas que nos propusimos.

Pero, ¿qué dice eso de nosotros? Pues que somos personas débiles, personas cuya palabra no tiene valor, cuyas palabras se las lleva el viento, como a las hojas en otoño. Los seres humanos somos especialmente buenos captando mensajes a través de los gestos, de los comportamientos, ya que estamos programados genéticamente para detectar señales de conducta y para entender rápidamente su significado. Por tanto, a la hora de hacernos una imagen de una persona, no es que sus palabras pasen desapercibidas para nosotros pero, sin embargo, si tenemos que juzgarle por algo, serán sus actos lo que le definan.

Ya lo dijo Goethe hace un par de siglos: “La conducta es un espejo en el que cada uno muestra su imagen”.

Por ello, nunca dejes para mañana lo que puedas hacer hoy. No dejes que tus sueños caigan en saco roto. Vete a todos los sitios a los que siempre hayas querido ir, deja tu trabajo y lucha por lo que siempre quisiste ser, ama a todas las personas que desees, demuestra tu cariño a las personas que te importan… Porque nunca es tarde, siempre se puede cambiar. Solo hace falta dar el primer paso. Porque hoy puede ser el principio de una nueva vida, de un nuevo tú.

Y nunca olvides que tus actos te definen como persona. Así que, ¡actúa!