lunes, 19 de enero de 2015

La Pregunta Del Amor: ¿Qué Somos?

Eres joven, no te gusta planear las cosas, prefieres levantarte, salir a la calle y ver qué sucede.  Todavía no estás preparado para convertir tu vida en una rutina, no solo eso, sino que no te da la gana. Tienes sueños, ambiciones, quieres volar todo lo que puedas antes de comprometerte con nada, y más cuando se trata del amor.

La vida te lleva por caminos raros, quieres experimentar, probarlo todo y sentir que eres absolutamente libre, pero nadie dijo que fuera un camino de rosas. A pesar de que por naturaleza somos egoístas y que pensamos solo en nosotros mismos, no debemos olvidar que cuando se trata de relaciones no solo juegan nuestros sentimientos, sino también los de la otra persona.

En la búsqueda del amor te vas a meter en un sinfín de líos. Lo necesitas, y en la sociedad en la que vivimos, en la que la libertad sexual está a la orden del día, vas a tener de todo, rollos de una noche, follamig@s, rolletes, relaciones…

Se romperán los condones, lo harás a pelo y tendrás que comprar la pastilla del día después, incluso algún predictor si  la cosa se te va de las manos. Pero eso no es nada comparado con el mayor problema de todos, definir la relación.

Empiezas a tener citas con la misma persona, salís a cenar, a tomar unas copas, acabáis en la cama todas las veces, y sí, lo pasáis bien, pero llegará el día en que estaréis haciendo “el piti de después” y uno de los dos preguntará: ¿qué somos?

Todos tenemos miedo a responder, nos sudan las manos, nos tiembla la lengua y vemos toda nuestra vida pasar en cuestión de segundos. Pero no desesperes, piénsate bien lo que vas a decir, porque puedes tomar las decisiones equivocadas. Por lo tanto, la clave ante la pregunta del millón es tirarse a la piscina, dejar las cosas claras y ser sincero con uno mismo y con la otra persona.  Como dijo el Dalai Lama: “hay que tener en cuenta que el gran amor y los grandes logros requieren grandes riesgos”.

Cómo Las Relaciones Han Ido Perdiendo Valor Para Nuestra Generación

Somos conscientes de que la etapa del Romanticismo, cuando la gente aún moría por amor, y de tuberculosis, ya pasó. Sin embargo, cómo hemos podido pasar en un periodo de tiempo tan relativamente corto de un extremo a otro. Pasar de los poemas de Gustavo Adolfo Bécquer, quien podía llegar a suspirar y morir por el amor de una doncella a la que ni siquiera conocía, a las rimas de Dady Yankee y su a “ella le gusta la gasolina, dale dale gasolina”. No se me ocurre un paralelismo mejor para resumir la evolución de las relaciones amorosas hasta el momento actual.

Si bien es cierto que no está bien generalizar, creo que para todos es bastante perceptible la considerable pérdida de valor que han ido sufriendo las relaciones para nuestra generación, quizás por la influencia de la tecnología, la globalización, la libertad, la liberación o el libertinaje. Ya no es solo la banalización del sexo y la conversión de las mujeres, y a veces también de los hombres, en meros objetos sexuales, sino que la inmensa posibilidad de conocer gente que nos ofrecen las grandes ciudades hace que a las personas les cueste cada vez más aceptar comprometerse.

Puede que la culpa no sea nuestra, se supone que aprendemos de lo que vemos, y cada vez las separaciones y los divorcios son más frecuentes. Las generaciones que nos preceden cada vez le dan menos valor al compromiso, a lo que supone hacer una promesa de por vida. O quizás no son conscientes de lo que realmente conlleva una decisión que va a cambiar tu vida para siempre, aunque hoy por hoy nada sea para siempre.

Sin embargo, volviendo al tema de la banalización del amor, esta infravaloración que han sufrido las relaciones por parte de la generación milenial puede observarse en pequeños signos de la vida cotidiana, en los detalles ínfimos como en la evolución en la forma de decir un simple “te quiero”. Porque quién no ha imaginado en un ataque de romanticismo absoluto la forma en la que su pareja le diría que le amaba por primera vez. Mirándoos a los ojos bajo la luz de la luna, o tras un viaje especial. Pero lo más probable hoy en día es que la primera vez que tu novio te diga “te quiero” sea a través de whatsapp mandándote el emoticono del corazón, ese que ahora late, y que lo acompañe de un simple tk o tqm.

Y seguramente te hará ilusión, no te importará que te lo diga por sms, porque todos pertenecemos a esta generación que está experimentando esta pérdida de romanticismo, de infravaloración del compromiso y de banalización del amor. Porque los “te quieros” se mandan por whatsapp a diario como si fueran palabras gratuitas y vacías de contenido. Porque regalamos “te quieros” a diestro y siniestro a gente que acabamos de conocer. Porque total, ¿qué daño puede hacer escribir dos letras, una “t” y una “k”?

Tan solo que ya no valoremos lo que significa la palabra relación ni el compromiso que conlleva. Si Bécquer levantara cabeza…

¿Yo Me Merezco Esto? La Pregunta Del Millón En Los Conflictos De Pareja

Todas las relaciones de pareja pasan por altibajos: ninguna se salva. De hecho, las discusiones pueden empezar incluso antes de ser pareja, en esa etapa donde solo se están conociendo y el intercambio de ideas empieza a aparecer. A partir de eso te das cuenta de que no todos somos iguales, que necesitamos aprender a aceptar nuevas ideas y a presentar las nuestras con el respeto que cada quien se merece.

Una de las discusiones más comunes en el mundo de las relaciones es la que trata sobre el “valor” de las personas. Cuando una relación se encuentra con graves problemas de comunicación, con especulaciones de ambos lados y con situaciones que imaginamos, llegamos al punto: “¿yo me merezco esto?” ¡Joder!, ni siquiera ha pasado nada y ya te estás comiendo la cabeza. Tal vez se hayan asomado oportunidades para que el gran escenario que creaste se desarrolle y, sin embargo, este no ha sucedido. No adelantes hechos por inseguridades.

Algo que debes entender desde el primer momento en el que decides enfrascarte en una relación de pareja es que todos somos diferentes; debes recordar que las personas suelen valorar cosas que quizá tú no valoras, como por ejemplo: una sonrisa, una mirada, un beso, un abrazo o un simple “buenos días”. Tal vez para ti el amor sea un camino de rosas, salidas a cenar o pasar tiempo indefinido contigo; sin embargo, esto no siempre es posible. Valorar los pequeños detalles que obtenemos diariamente es la clave para una relación sana, para una relación fructífera.

Argumentos como: “es que tú no me valoras”, sobresalen en discusiones cada 5 segundos, pero, ¿te has fijado en si los detalles que te dan no son esos que valoras? Quizá todos los detalles estén allí y solo quieres ignorarlos porque para ti “no valen nada”. En el momento en el que decides pedir valor para ti mismo, debes valorar a tu pareja también. ¿Estás dándole el valor que se merece? Aquí ya no valen valores sexistas, todo eso se acabó cuando ambos decidieron ser uno, dos personas diferentes que disfrutan de la compañía, de la vida y de los sueños que poco a poco van alcanzando.

Al final del día, el valor que tanto exiges deberías darlo tú también. Pide valor valorando, esa es la clave.

6 Tópicos Para Romper Una Relación Intentando No Hacer Daño

Terminar con una relación siempre es un episodio vital y complicado cuyas consecuencias pueden ser más o menos traumáticas pero, como ya te hemos explicado alguna vez en Código Nuevo, nunca han matado a nadie.

De acuerdo, el mal de amores es un proceso doloroso por el que todos pasaremos alguna vez, y cuando te dejan hay que afrontarlo con serenidad, comprensión y tratando de no perder la dignidad por el camino.

Y aunque que te dejen es una putada, dejar tampoco es fácil. Para llevar a cabo tan delicada operación, tratando de dejar las menores cicatrices posibles y sin destrozar demasiado el corazón de la otra persona -si es que merece tal trato-, el ser humano ha inventado una larga retahíla de excusas, algunas de las cuales son ya auténticos clásicos. Son lugares comunes, tópicos universales que todos reconocemos y que no morirán nunca.

“Esta relación me absorbe demasiado”
Vayamos por partes: ¿De qué estamos hablando, de una relación sentimental o de una aspiradora? ¿Desde cuándo las relaciones absorben? Además, precisamente muchas parejas funcionan mejor gracias a la habilidad de “absorber” determinadas partes del cuerpo del otro, por parte de uno o ambos de sus componentes. Vale, el significado del verbo absorber en este caso es otro…

“Ya no me haces caso”
Este argumento es el opuesto al anterior, algo así como su viceversa. Lo más difícil en la pareja, al juzgar por estas dos últimas excusas, es encontrar ese punto medio entre el exceso de atención (llamado “absorción”) y la falta de esta.

“Te quiero, pero como un amigo o un hermano”
Esta es la auténtica bomba atómica de las excusas. Sus consecuencias son realmente devastadoras, y con efecto retroactivo. ¿Esa persona por la que tú te bebías los vientos te vio siempre como un simple amigo, un camarada, un colega? En ese caso, no se le puede negar que interpretó muy bien el papel de pareja enamorada y feliz.

Por otra parte, ¿puede haber algo más retorcido que querer a tu pareja como a un hermano o hermana? Quizás alguien aquí necesite un buen psiquiatra, ¿no?

“No quiero hacerte daño”
He aquí el salvador. Para rebatir esta excusa, podríamos entrar en una discusión filosófica en toda regla, a nivel del mismísimo Platón. No quieres hacerme daño, pero me dejas -si no quieres hacerme daño, y yo quiero seguir contigo, ¿por qué me dejas, si sabes que eso me hará daño?- Vaya, que esta excusa suena muy bien poéticamente hablando, pero a efectos prácticos es una tontería como un templo y no tiene ningún sentido.

“Necesito echarte de menos un tiempo para saber si todavía te quiero”
Si te dicen esto, da por hecho que la cosa está totalmente jodida. Ese “echarte de menos” es sinónimo de querer perderte de vista, y lo más probable es que sea indefinidamente. Además, en ese tiempo en que tu pareja pretende echarte de menos, seguro que conocerá a alguien, y a ese o a esa no le querrá echar para nada de menos.

“No nos parecemos en nada”
Ahora va a resultar que para que una pareja funcione sus componentes deben ser genéticamente idénticos: tener los mismos gustos y aficiones, las mismas ideas y hasta el mismo color de ojos. Precisamente, en la variedad está el gusto, y la diferencia entre dos personas no hace sino más interesante la relación. Vale que a veces hay diferencias que son insalvables, pero esas parejas que se comportan prácticamente de forma sincronizada pueden resultar bastante insoportables.