Que si dónde vas a estar mejor que en casa. Que si no te sabes ni freír un huevo. Que si ahora vas a saber lo que es limpiar. A-me-na-zas. Pero ya has tomado la decisión: te quieres independizar. Tener tu casa, tu espacio, tu refugio. Y como el pisito de alquiler probablemente sea tirando a cochambroso, tu madre te regala una planta “para que haga bonito”. Pero ¡ojo! esa maceta es un regalo envenenado. Tu madre quiere ponerte a prueba, y espera pacientemente a que se ponga pocha para decirte aquello de: “¡Si no sabes mantener vivo ese poto, cómo vas a sobrevivir sin mí!”.
Tranquilidad, que no cunda el pánico. Vamos a repasar la ‘Guía completa e ilustrada para el asesino de plantas’.
Primera distinción: plantas de exterior y de interior. Bueno, ‘interior’ por decir algo. Las macetas que sobreviven dentro de casa lo hacen porque están acostumbradas a climas más cálidos, tropicales o subtropicales. Obviamente, las plantas de ‘nuestro interior’ son de exterior en algún sitio del planeta, no nacen en las casas.
Empezamos el repaso con la ayuda de Silvia Burés, la autora del libro A mí no se me mueren las plantas. Primero, vamos con los suertudos que tienen una pequeña terraza o un balcón y quieren ser la sensación de su calle. Las mejores y más resistentes, los cáctus y las de hoja gruesa. A esas poco hay que hacerles. ¿Se te olvida regarlas? No pasa nada, si no dejas pasar demasiado tiempo. ¿Podarlas? No hace falta. ¿Frío, calor? Hombre, con cuidado, pero resisten cosa mala. También los geranios, pero dicen que es la planta de los pobres porque está en todos los balcones. Ahí ya cada uno que valore su nivel de snobismo y pijerío.
Para el común de los mortales, para los que tienen únicamente ventana y no pueden sacar las macetas a la calle, vamos con las plantas mal llamadas de interior. Todas necesitan una temperatura concreta, luz, agua y abono, pero es cuestión de ir probando. El mejor sitio es cerca de la ventana, el lugar de la casa que más luz natural tendrá y, por lo demás, bastará con estar un poco pendiente para evitar el asesinato. El mejor termómetro será la tierra: ¿demasiado seca? Riégala. ¿Demasiado húmeda? Asegúrate de que no está encharcada y, si es así, quita el exceso de agua. Parece fácil, ¿no?
Y ahora, los mitos
¿Es cierto eso de que da igual que las macetas tengan agujeros debajo para que salga el agua? No es verdad, no da igual. De hecho, son fundamentales para que no encharquemos la planta y se pudran las raíces.
¿La nicotina mata a los bichos? Mucha gente tira las colillas de cigarro en la regadera y luego utiliza esa agua para sus plantas. Está bien, la nicotina previene las plagas, aunque tampoco es un remedio milagroso. Y no, no sirve para que las tomateras produzcan el Tomacco de Homer.
¿Es bueno hablar con ellas? Hombre, si estás aburrido, no está mal. Pero vamos, ni estarán más bonitas ni tampoco te contestarán. Ahora bien, mientras les hablas, probablemente las estés observando; eso es perfecto, porque así comprobarás si están bien regadas, si les falta tierra, si tienen algún bichito… Y oye, si te sirve para desestresarte, ellas no se te van a quejar.
Puede que ya os haya picado el gusanillo y que os queráis convertir en expertos floristas. Paso a paso, tampoco os lancéis. Pero, eso sí, tened cerca estos consejos si vuestra madre os hace el regalo-pruebadefuego. Porque, madres del mundo, os queremos por encima de todo, pero ya somos mayores y sabemos cuidarnos solos. A nosotros mismos y a las plantas, si hace falta. Y, amigos, si aún así se os mueren las macetas, tranquilos. La solución está en el chino de abajo y se llama ‘plástico’.