Eres joven, no te gusta planear las cosas, prefieres levantarte, salir a la calle y ver qué sucede. Todavía no estás preparado para convertir tu vida en una rutina, no solo eso, sino que no te da la gana. Tienes sueños, ambiciones, quieres volar todo lo que puedas antes de comprometerte con nada, y más cuando se trata del amor.
La vida te lleva por caminos raros, quieres experimentar, probarlo todo y sentir que eres absolutamente libre, pero nadie dijo que fuera un camino de rosas. A pesar de que por naturaleza somos egoístas y que pensamos solo en nosotros mismos, no debemos olvidar que cuando se trata de relaciones no solo juegan nuestros sentimientos, sino también los de la otra persona.
En la búsqueda del amor te vas a meter en un sinfín de líos. Lo necesitas, y en la sociedad en la que vivimos, en la que la libertad sexual está a la orden del día, vas a tener de todo, rollos de una noche, follamig@s, rolletes, relaciones…
Se romperán los condones, lo harás a pelo y tendrás que comprar la pastilla del día después, incluso algún predictor si la cosa se te va de las manos. Pero eso no es nada comparado con el mayor problema de todos, definir la relación.
Empiezas a tener citas con la misma persona, salís a cenar, a tomar unas copas, acabáis en la cama todas las veces, y sí, lo pasáis bien, pero llegará el día en que estaréis haciendo “el piti de después” y uno de los dos preguntará: ¿qué somos?
Todos tenemos miedo a responder, nos sudan las manos, nos tiembla la lengua y vemos toda nuestra vida pasar en cuestión de segundos. Pero no desesperes, piénsate bien lo que vas a decir, porque puedes tomar las decisiones equivocadas. Por lo tanto, la clave ante la pregunta del millón es tirarse a la piscina, dejar las cosas claras y ser sincero con uno mismo y con la otra persona. Como dijo el Dalai Lama: “hay que tener en cuenta que el gran amor y los grandes logros requieren grandes riesgos”.
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