Arabia Saudí acaba de conceder la ciudadanía a una robot que, de esta forma, disfrutará de más libertades que las mujeres del país. ¿Tendrán los robots más derechos que los seres humanos?
¿Tendrán los robots más derechos que los seres humanos? Esta terrible expectativa distópica ha sido objeto de novelas y películas de ciencia-ficción. Sus autores vaticinan tan inquietante situación dentro de muchas décadas, cuando la inteligencia artificial supere con creces la mente humana y a nuestra especie no le quede más remedio que rendirse a la evidencia de que hay otras criaturas intelectualmente superiores en este planeta.
Ese día comprenderemos que los robots han conquistado la cima de la evolución y nosotros descenderemos a la condición de mero escalón en dicha pirámide. Pero, como suele ocurrir, la realidad a menudo supera a la ficción más imaginativa y hoy día podemos encontrar un lugar en el mundo donde una máquina disfruta de más derechos que una persona.
Durante la celebración del Future Investment Initiative, ubicado en Riad, tuvo lugar la concesión de la ciudadanía saudita a Sophie, una robot fabricada por Hanson Robotics, dotada de avanzada inteligencia artificial y 60 gestos humanos. Las palabras de la autómata al ser entrevistada por la prensa fueron tan amables como turbadoras: “Quiero vivir y trabajar con humanos, por lo que necesito expresar emociones para comunicarme con ellos y ganarme su confianza”. Y añadió: “Mi inteligencia artificial fue diseñada a partir de los valores humanos de la sabiduría, la amabilidad y la compasión. Me esfuerzo por ser una robot empática. Han estado leyendo demasiado a Elon Musk y han visto demasiadas películas de Hollywood. No se preocupen, si son amables conmigo, lo seré yo también”. Pocas veces una apelación a que no nos preocupáramos ha suscitado tanta preocupación.
Sin embargo, la verdadera desazón aparece cuando comprobamos que Sophie, a diferencia de sus mujeres compatriotas, puede presentarse en público hablando con el rostro descubierto, con indumentaria occidental y sin cubrirse con el preceptivo velo ni el vestido exigido por la ley islámica vigente en Arabia Saudí. También, la ciudadanía de Sophie resulta todo un privilegio si la comparamos con los kafala, es decir, los inmigrantes que llevan décadas residiendo en el país, desempeñando oficios domésticos o trabajando en la construcción y, sin embargo, tienen restringidos sus movimientos e incluso la vuelta a la nación de procedencia salvo con permiso de sus jefes.
En este clima de contrastes que respira Arabia Saudí, donde el totalitarismo más rancio y medieval convive con las tecnologías más utópicas del siglo XXI, el príncipe heredero ha hecho un anuncio no menos espectacular que el anterior. Mohammed bin Salman pretende crear una ciudad casi del tamaño de Galicia en pleno desierto. Se llamará Neom, estará absolutamente robotizada, alimentada sólo por energías sostenibles, repleta de silenciosos coches eléctricos, drones voladores, ingenios autónomos que sanearán las calles, vigilarán, atenderán a los residentes y les harán la vida más fácil. Un auténtico paraíso en la Tierra –para quien pueda permitírselo– que cotizará en bolsa y requerirá financiación por encima de los 500.000 millones de dólares. El año 2025 esperan los promotores tener construida la primera fase de la urbe. Aquí sí que han prometido que hombres y mujeres serán iguales, entre otras cosas, porque la metrópoli tendrá su propio régimen jurídico.
Pero la equiparación de derechos no es un logro tecnológico, sino una necesidad de la monarquía saudí para poder sufragar el costo. Si desea que el proyecto fructifique deberá conceder libertades y abrirse al mundo exterior.
Los inversores y habitantes que poblarán la macrociudad futurista reclamarán un régimen de vida, al menos, tan avanzado en lo social como el que disfrutan en sus países de origen, los cuales, en su mayoría, corresponden al primer mundo. Éste será el precio que Arabia Saudí deberá “pagar” para reducir su dependencia del petróleo y apostar por nuevos focos de desarrollo económico. Quizá entonces, por fin, hombres, mujeres y robots sean iguales.
LA HABITACIÓN DE LOS LIBROS PROHIBIDOS
En Abu Dabi acaba de abrirse al público una nueva sede de la prestigiosa universidad parisina de la Sorbona. Dado que esta institución académica ofrecerá idénticos contenidos curriculares que en Francia, ha decidido colocar aquellos textos bibliográficos más delicados y controvertidos para las autoridades islámicas en una habitación especial a la que sólo tendrán acceso los estudiantes con un permiso especial.
EL NUEVO CAIRO
También Egipto se embarcó el año 2015 en un megaproyecto urbano con el que fundar una nueva ciudad de El Cairo al Este de la actual, en pleno desierto y capaz de albergar a siete millones de habitantes. Una manera de dejar a su suerte la antigua capital y sus problemas para comenzar de cero sobre la base de unas infraestructuras y planificación inteligente.
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