lunes, 5 de diciembre de 2016

Lo peor de ser mujer en el pasado: 5 terribles realidades

Las mujeres nunca hemos tenido la vida fácil, pero ser mujer en el pasado era sinónimo de atravesar terribles situaciones, tan difíciles o más que ahora y de un modo extensivo, en la mayoría de culturas. A lo largo de la historia ser de, lo que ofensivamente llamaban, el “sexo débil” podía resultar una verdadera pesadilla de la que no se podía despertar. Con los siguientes 5 datos -aunque, tristemente, podríamos añadir muchos más- entenderás a la perfección por qué:

Lo peor de ser mujer en el pasado: 5 terribles realidades

1- A las recién nacidas las abandonaban para morir

A esta práctica la llamaban “exponer” al bebé. Era muy común que en la Antigua Grecia, una pareja dejara abandonada a su hija recién nacida en el desierto, para que ella muriera allí. Incluso los pobres criaban con grandes esfuerzos a sus varones neonatos, pero a las niñas las exponían, sin importar la clase social a la que pertenecieran.
En Roma ocurría lo mismo, solo que tener una hija suponía una carga monetaria mucho mayor y, por ende, se exponía o mataba -de nuevo, sobre todo si te encontrabas en una situación económica precaria. También en Egipto pasaba esto. Tener una hija suponía un despilfarro que pocos podían permitirse, así la opción más terrible se convertía en la más rentable y la que preservaba el “bienestar” de la familia.

2- Las madres eran forzadas a matar a sus propios hijos

Esto sucedía comúnmente cuando una mujer daba a luz a niño deforme, pues se creía no tendría una vida igual que los demás. Como sabemos, en Esparta este acto se daba por sentado, pues contribuía a la idea un pueblo “fuerte” que no podía permitirse “debilidades”. Todavía menos compasivos eran en la Antigua Roma, en la que existía una ley que decretaba que si un bebé nacía con graves deformidades debía ser asesinado. Así, daban a las mamás la opción de asfixiarlo ellas mismas o abandonarlo.

Esta costumbre se daba no sólo en la Antigua Roma y en Esparta, sino en gran parte de las culturas antiguas.

3- Perder la virginidad podía ser castigado con la muerte

Si un padre griego descubría que su hija no era virgen, tenía derecho a venderla como esclava.

Para los samoanos era tan importante, que en la boda se realizaba una ceremonia donde el jefe de la tribu rompía el himen de la mujer con sus dedos, ¡delante de todos! ¿Por qué este exhibicionismo? Para que hubiera testigos de la virginidad de la nueva esposa.
En Roma, cuando una sacerdotisa de la diosa Vesta no era pura y había mantenido relaciones antes de cumplir las 3 décadas, era enterraba viva como castigo. Para terminar de horrorizarnos, en el Israel de la antigüedad, si una mujer, cualquiera, perdía la virginidad antes de contraer nupcias: era lapidada hasta la muerte.

4- El adulterio se castigaba con tortura

Ya sabemos cuán difícil era ser mujer en el pasado, pero si era infiel a su esposo, este podía matarla. Sin embargo, la muerte no les parecía suficiente, así que la torturaban. ¿Cómo? Durante la época medieval utilizaron un aparato llamado desgarrador de senos. Imagina lo que podían hacer con eso… Pero esto no es todo, este desgarrador también se usaba como castigo, si la mujer tenía un aborto involuntario. Por si el dolor de la pérdida de un hijo no nato no fuera suficiente, se las hostigaba por ello. Horrible.

5- Casi no hablaban

Una mujer griega o romana tenía prohibido salir de su casa sin un acompañante masculino. Además, si había hombres de visita, la mujer tenía que retirarse sin decir una palabra para no molestarlos. En Dinamarca, a aquellas mujeres que demostraban su furia o elevaban la voz en público, eran castigadas y avergonzadas ante toda su comunidad, obligándolas a pasearse atrapadas en un artilugio de madera, llamado violín de musaraña, que les sujetaba la cabeza y las manos. Una humillación pública para aquellas que no reprimían sus opiniones o ira.
Afortunadamente, vivimos en el siglo XXI y, aunque todavía tenemos que cambiar mucho, la mayoría de estas prácticas han dejado de llevarse a cabo en gran parte del mundo. Por desgracia, no podemos dar la espalda a la realidad: muchas mujeres siguen sufriendo humillaciones y abusos de todo tipo por el mero hecho de pertenecer al sexo femenino.

Debemos concienciarnos y seguir evolucionando y trabajando por erradicar de una vez por todas estas vejaciones y lograr la equidad y el respeto que las mujeres merecen.

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