lunes, 24 de octubre de 2016

madurar es aprender que no eres una fruta

Siete de la mañana, finales de enero, siglo XI, baja edad media. Un caballero regresa al castillo después de una dura batalla. El tío daba pena, iba con la armadura abollada, el yelmo torcido, la cota de malla hecha jirones y el caballo cojeando.
El señor del castillo sale a su encuentro y le dice:
- Pero ¿qué te ha pasado?
- Señor vengo de serviros como os merecéis castigando
duramente a vuestros enemigos de Poniente.
- Pero qué decís, si yo nunca he tenido enemigos en Poniente.
- ¿Ah no?. Pues ahora los tenéis.

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