Las mujeres siempre solemos saber el tipo de hombre que queremos. Otra cosa es que encontrarlo sea una tarea sencilla. Sin embargo, si tenemos tan claro nuestro prototipo, ¿por qué muchas veces acabamos saliendo con auténticas causas perdidas?
Los hombres (no todos) juegan todo el tiempo: salen contigo, y a la vez quedan con otras tías, te persiguen hasta que consiguen invitarte a cenar, ir a tu casa y en cuanto te echan un polvo, antes de que te despiertes ya se han ido de tu cama y de tu casa. Ese es un tipo de hombre que abunda entre nuestra generación. Lo peor de todo y lo que resulta incomprensible es que haya mujeres que se conformen con ellos.
Son estas mujeres las que eligen bajar sus estándares, las que ignoran todas las partes feas de sus parejas o de los tíos con los que salen acomodándose a alguien que realmente no es lo que buscan, que no les llega a la suela del zapato, alguien que nunca merecería ni una segunda oportunidad. Y, ¿por qué? Solo por no estar solas o por sentirse las salvadoras del Peter Pan, porque creen que sí, que podrás cambiarles.
¿Tan poco nos queremos como para hacer caso a la presión social que siempre ha tenido la mujer y por la cual se supone que debe encontrar pareja cuanto antes, casarse y formar una familia que acabamos saliendo con el primer individuo que nos hace un poco de caso? ¿O tan poco valoramos nuestro tiempo que nos dedicamos a rescatar a “niños” grandes que se niegan a crecer?
Merecemos mucho más. Merecemos ese hombre que cumpla todas nuestras expectativas, y que lo haga desde el principio. Porque a veces nos engañamos pensando en que ese chico con el que salimos cambiará por nosotras. No importa la edad que tengamos, ya sean 16 o 22, no podemos evitar comportarnos como si nos creyésemos las salvadoras de las causas perdidas. Esa persona especial que con cariño, tiempo, comprensión y amor hará que él se dé cuenta de que tiene que cambiar, que tiene que madurar, que no puede seguir siendo un niño de casi treinta años.
Pero la triste verdad es que la gente no cambia por nadie, y que si algún día decide hacerlo, será por él y solo por él. No importa cuántos años tenga, sabe perfectamente lo que hace, que es un Peter Pan sin país de Nunca Jamás, pero le va bien así, con su sonrisa encantadora, su rollo bohemio y su irresponsabilidad.
Y él no es tu causa, no es la causa por la que debes luchar. No pierdas ni un segundo de tu tiempo, porque tú no tienes que salvar a nadie, solo a ti misma; salvarte a ti misma de relaciones tóxicas y de luchas innecesarias.
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